Provocaciones Sobre el Juego: Consumir vs Disfrutar (Parte 1)
Aprende algo dinero
Para nadie es una novedad que la vida se mueve bajo la lógica de la producción y el consumo, uno de los pilares de nuestra sociedad es el dinero y lo que hacemos con el. Todo está construido desde esa búsqueda de la utilidad, ya lo había dicho MC Dinero: “El mundo se consume en dinero, dinero dinero”.
En medio de esa vorágine nos encontramos empujados a integrarnos a ese sistema de vida, nos resulta imposible pensar en otras formas de estar en el mundo, de compartirlo con los otros. Así el juego aparece como la forma más radical de resistencia. En parte porque está basado en un principio elemental: los juegos no producen nada, no tienen más fin que el de entretener, divertir. Es decir, son inútiles.
Al juego por eso no siempre se le ve con buenos ojos, se trata de una actividad que distrae a las personas del fin último: trabajar para consumir. Cuando jugamos estamos renunciando a la lógica de consumo, nos encontramos más bien en un mundo ilusorio e inexistente en el que puede ocurrir todo y nada al mismo tiempo. No solo renunciamos a la lógica utilitaria, de hecho dedicamos tiempo a algo que no nos dejará nada más allá de la diversión y el placer. Esta es la esencia disruptiva del juego.
El disfrute como fin último.
Consideremos la caracterización que se hace de los gamers desde los estereotipos comunes:
- Se aíslan socialmente
- No realizan ninguna actividad física
- Pueden tener poca tolerancia a la frustración
- Son expuestos a una gran cantidad de imágenes violentas y agresivas
- No dedican tiempo a desarrollar conocimientos o habilidades
¿No son estos los rasgos de una persona francamente inservible para la vida laboral, productiva y de consumo? ¿Quién en su sano juicio quisiera contratar a una persona aislada, que se frustra con facilidad, sedentaria y que no está preocupada por cultivarse? Nadie. Esta serie de estereotipos parecen corroborar que el juego es una actividad que mal encaminada dificulta el desarrollo personal y profesional de los jugadores. Hay una seria dificultad para pensar el valor del juego, principalmente, porque en sí mismo el jugador no busca más allá del placer y el disfrute personal. Todo parece indicar que es muy difícil considerar este goce como un objetivo legítimo.
Con esto quiero plantear que debemos recordar la importancia del juego como una actividad fundamental del desarrollo humano en distintos niveles. Consideremos 3 autores básicos para esta tarea:
- Huizinga describe detalladamente cómo el juego competitivo permite la implementación y mejora de técnicas y formas de hacer, lo que refleja expresiones culturales en las sociedades.
- Caillois pone al centro al juego como un medio para entender a las sociedades. Lo que significa pensar al juego como una actividad fundamental y que debe tomarse con seriedad.
- Kropotkin planteó que el juego surge de una especie de exceso de energía que permite que realicemos actividades que reflejan comportamientos sociales apropiados, una cosa más: dichas actividades no tienen ningún fin utilitario.
A la defensa del juego
Me interesaba plantear la idea de que cuando estereotipamos al juego como una actividad que envicia, que impide el desarrollo académico y profesional, que aísla o que limita a los jugadores en algún sentido terminamos olvidando que el juego tiene como principal objetivo divertir y no necesariamente insertarse en la lógica utilitaria (donde se trabaja para el consumo desmedido). Por esto no es casual que podamos abstraernos en jugar.
Paradójicamente, en ese disfrute se produce algo inesperado: crecimiento humano. Quien juega:
- Encuentra formas de relacionarse con los otros
- Inventa reglas y hace acuerdos para respetarlas
- Mejora habilidades (pensemos en jugadores que mejoran su forma de aventar pelotas o patearlas)
- Estimula su imaginación y la de los demás.
Todo esto sin más objetivo que el placer. Tal vez, tengamos que redirigir nuestra búsqueda constante por producir/consumir y tengamos que permitirnos pensar de vez en cuando, como escribió David Graeber, si no podemos divertirnos ¿cuál es el punto?